Candelaria Figueredo. Joven bayamesa que el 20 de octubre de 1868 al capitular la guarnición enemiga vistió traje de amazona, con gorro frigio y paseó la bandera por su pueblo natal, siendo victoreada a su paso. Desde entonces ganó el hermoso título de "La Abanderada".
Nació el 2 de febrero de 1852, siendo hija del rico abogado y hacendado Pedro Figueredo Cisneros (Perucho) y Doña Isabel Antonia Vázquez Moreno. Su infancia fue tranquila y feliz en su ciudad natal, pues su padre no era partidario de enviar a sus hijas a estudiar al extranjero. Creció oyendo expresiones de odio a la opresión extranjera, debido a que Perucho nunca pudo llevar aún en medio de las comodidades el yugo de la esclavitud.
Labor revolucionaria
Durante el proceso conspirativo de 1868, Canducha Figueredo apoyó cada una de las acciones de su queridísimo padre. El 14 de agosto de 1867 cuando se creó el Comité Revolucionario de Bayamo en su casa, para evitar que las discusiones se oyeran en la calle ella y su hermana Eulalia tocaban el piano. A medida que adelantó la conjura las hijas de Perucho reunieron en el ingenio Las Mangas medicinas, hasta que el 17 de octubre de 1968 recibió la encomienda de su progenitor de confeccionar una bandera similar a la alzada por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua. De este modo se convirtió en la abanderada de la División La Bayamesa.
El día 18 a las siete de la mañana partió el contingente insurrecto de Las Mangas, por el camino de Santa Ana para poner sitio al Cuartel de Infantería español en el interior de la ciudad de Bayamo, mientras el generalísimo Céspedes atacaba otras posiciones de los colonialistas. El asedio se extendió hasta el 20 de octubre en que capituló la guarnición enemiga. Entonces Candelaria Figueredo vistió traje de amazona, con gorro frigio y paseó la bandera por su pueblo natal, siendo victoreada a su paso. Desde entonces ganó el hermoso título de "La Abanderada".
El 8 de noviembre de 1868 Canducha formó parte del coro que en el atrio de la Iglesia Parroquial cantaron oficialmente el Himno de Bayamo.
Cuando el pueblo de Bayamo el 12 de enero de 1869 decidió la quema de la ciudad, Perucho Figueredo y sus hijas redujeron a cenizas su regio hogar y marcharon a la manigua insurrecta. Inicialmente se establecieron en la finca Valenzuela, al sur de Bueycito.
Después estuvieron en los montes de la región de Holguín, moviéndose de un punto a otro por las constantes persecuciones del enemigo. El 17 de julio de 1870 encontrándose en el campamento El Mijial, bien temprano en la mañana se escuchó un tiroteo en las mismas cercanías de las moradas mambisas. De este momento relataría la propia Canducha: “Salimos huyendo, pero la tropa nos perseguía, y después de un mes de incesante fatiga llegamos a Santa Rosa, jurisdicción de Las Tunas. A los tres días de estar allí, llegó papá con una alta fiebre que resultó ser tifus.”
El 12 de agosto una columna española atacó el campamento de Santa Rosa, guiada por un cobarde traidor. El general Perucho Figueredo y sus hijas se internaron en el monte. Poco después Canducha salió a buscar agua de la contenida en los cupey, siendo sorprendida por el enemigo. La propia Canducha ha contado: “… le había dado a mi padre un poco de agua recogida, en una hoja, de gotas que caían de los árboles, y me disponía a llevarle más, cuando el terrible grito de ¡Alto! ¡Quién vive! ¡Viva España! hirió mis oídos. Inconsciente emprendí veloz carrera, oí un grito, ayes, y no oí nada más, pues había caído sin sentido”.
Recobró el conocimiento cuando ya era de noche, notando que estaba sola. Durante varios días deambuló por el bosque, encontrándose con una morena, quien le contó acerca de la prisión de toda su familia. En los días siguientes se unió a la familia Mirabal hasta que el general Pedro de Céspedes la llevó al campamento de su tío Miguel Figueredo. En medio del dolor tuvo un momento de satisfacción al encontrarse con sus hermanas Luz y Angela, pues el resto estaban en poder del enemigo.
En julio de 1871 fue hecha prisionera por una columna española, siendo llevada para Manzanillo y encerrada en el fuerte Zaragoza. Más tarde salió desterrada hacia Jamaica y a los pocos meses pasó a New York, Estados Unidos. Seguidamente pasó a la ciudad de Kew West, donde contrajo matrimonio con el patriota deportado Federico del Portillo Pío, natural de Matanzas, con quien tuvo cinco hijos: Horacio, Piedad, Adriana, Luisa y María Esther.
Muerte
Al cesar la dominación española regresó a Cuba estableciéndose en La Habana, donde murió el 19 de enero de 1914, querida y admirada por su pueblo.
Rosa Castellanos Castellanos, "La Bayamesa". Luchadora en las guerras de liberación nacional de Cuba en el Siglo XIX. Fue una hábil enfermera, organizó hospitales de campaña, y empuñó el machete y el fusil, con gran destreza en sus incursiones guerreras.
Nació en un barracón del poblado del Dátil, en Bayamo, en el Oriente del país. Sus padres se llamaban Don Matías Castellanos y Francisca Antonia Castellanos, esclavos traídos de África que asumieron los apellidos de sus amos. Compartió su vida íntima con José Florentino Varona Estrada, antiguo esclavo negro, con quien se incorporó a la contienda independentista de 1868 a 1878.
Quizá sus mayores dotes como enfermera los expresara Rosa María a través de la conjunción de su humanismo, su buen humor y su sentido de la disciplina, pues existe constancia de que siempre estaba jaraneando con los enfermos, mientras que mandaba, ordenaba e infundía respeto entre todos.
Luego de la grotesca intervención yanqui en la lucha del pueblo cubano contra el colonialismo español y tras la llegada de la mediatizada República instaurada el 20 de mayo de 1902, a La Bayamesa le fueron liquidados sus haberes de acuerdo con su grado militar. Y en el marco de desilusiones y pobreza, continuó entregando sus parabienes en labores de comadrona y otros servicios como la cura de erisipelas y empachos.
Participación en la Guerra de los 10 años
on el estallido de la guerra, el 10 de octubre de 1868, se internó en la sierra de Guisa, en la ranchería de la Manteca. Desempeñó un papel decisivo en el abastecimiento de alimentos a las fuerzas mambisas y a los heridos en campaña.Posteriormente se hizo hábil como enfermera, organizó hospitales de campaña, y en 1870 también empuñó el machete.Fue muy perseguida por las tropas españolas y se vio precisada a marchar a Camagüey en 1871, internándose en la sierra de Najasa, para curar a los heridos insurrectos, constituyó un admirable hospital en una cueva de la Loma del Polvorín.
Salvó muchas vidas de mambises heridos gravemente en combate y se desempeñó asimismo como comadrona. Los medicamentos los fabricaba de la flora tradicional cubana. Conocía los métodos para curar las enfermedades comunes en la manigua, para las que encontraba el remedio apropiado.
Rosa participó en los combates de Palo Seco y el Naranjo, acciones en las que trasladó a sitio seguro a los heridos en la batalla. El general Máximo Gómez al visitarla en el rústico hospital, en 1873, le dijo:
He venido a conocerte, de nombre ya no hay quien no te conozca por tus nobles acciones y los grandes servicios puestos a la patria.
Ante estas palabras del bravo guerrero, Rosa le respondió:
Yo cumplo con mi deber y de ahí no me saca nadie porque lo que se defiende se defiende y yo aquí no quiero ningún majá y el que se cura se va de nuevo a la batalla (...).
Participación en la Guerra del 95
Cuando estalló la Guerra de 1895, el propio mayor general Máximo Gómez le pidió a Rosa que organizará y dirigiera un hospital en Santa Rosa, en Najasa, el cual jamás pudo ser asaltado por las fuerzas enemigas, como consecuencia de las férreas medidas de protección y vigilancia. Como un soldado más, cuando sus enfermos le dejaban ratos libres, cubría turnos en las filas de combate, cargaba armas, disparaba fusiles y manejaba el machete con destreza.
En ese contexto cuando el Generalísimo estuvo frente a la morena, le ordenó que tomara 12 hombres de su confianza e iniciara la construcción del hospital; a lo que ella le respondió: “General, me basta con dos”.
En mayo de 1896, en el sitio conocido por Providencia de Najasa, Rosa es recibida por Máximo Gómez Báez, quien después de estrecharla en fraternal abrazo le otorga los grados de capitán del Ejército Libertador de Cuba, única mujer que llegó a ostentarlos en toda la epopeya.
El ascenso además traía la siguiente observación:
Esta mujer abnegada prestó servicios excelentes en la guerra de los diez años, y en la revolución actual, desde sus comienzos ha permanecido al frente de un hospital, en el cual cumple sus deberes de cubana con ejemplar patriotismo.
Sus últimos días de vida
En plena desgracia, a duras penas el Ayuntamiento le aprobó un crédito de 25 pesos mensuales como socorro, el 4 de septiembre de 1907. Pero quedaban solamente veintiún días para su fallecimiento, víctima de una afección cardiaca.
Por sus sobrados méritos, su cadáver fue velado en el Salón de Sesiones del mismo Ayuntamiento, donde permaneció por espacio de unas treinta horas. El Centro Territorial de Veteranos de la Independencia le ofreció los honores militares que le correspondían, y el pueblo de Camagüey desfiló depositando ofrendas y otorgándole el merecido tributo de cariño y admiración a La Bayamesa. En la primera plana del Periódico El Camagüeyano de ese día, se publicó la noticia.
Antes de morir, ella hizo un testamento en el que designaba como albacea y heredero universal de sus escasos bienes a Nicolás Guillén Urra , padre de quien se convirtió en el Poeta Nacional de Cuba. Tal parece que con ello, anunciaba la continuidad de su vida revolucionaria.